jueves, 29 de diciembre de 2011

LOS CUATRO VIRUS ESPIRITUALES

Cuando se aproxima uno a diferentes aspectos de la espiritualidad humana, al oír el término "trabajo" surgen dudas lógicas de si ese trabajo significa, a simple vista, grandes dificultades a vencer. La gravedad se acentúa cuando las contrariedades afectan a dos medios o cambios que no queremos, instintivamente, alterar : el medio exterior (como visión personal ) y el medio interior ( como vivencia psíquica ). Más de una vez creemos que estamos dispuestos a realizar esfuerzos y sacrificios, y así es, pero contamos en que los mismos no nos afectarán, sino todo lo contrario; cualquier insinuación sobre esa posibilidad dispara nuestra huida. Pero prestemos atención a lo que el término trabajo encierra; si exige un cambio es síntoma de que las condiciones que se arrastran a la llegada del umbral esotérico no son las correctas o mínimamente deseables. ¿ Y ello por qué ?, porque se llega alterado, dislocado, dormido. Este estado es el fruto de "cuatro virus" específicos que provocan las "enfermedades espirituales" que atacan a la estructura psíquica a nivel de iniciación :

* LA ENFERMEDAD DEL MAESTRO
* LA ENFERMEDAD DEL YO
* LA ENFERMEDAD DEL TIEMPO
* LA ENFERMEDAD DEL MAÑANA  

 

LA ENFERMEDAD DEL MAESTRO

De las cuatro enfermedades citadas, la del "maestro" es la más extraña y por lo tanto la más difícil de detectar, ya que sus síntomas se mezclan con algunos aspectos de orden religioso en donde el poder de autoridad se confunde con el de enseñanza. Esta enfermedad anida ya en la conciencia preintencional del ser humano y la podemos rastrear en el instinto animal. Todos conocemos el objeto de estudio de la Etología, gracias a ella sabemos que son muchas las comunidades animales que cuentan siempre con un conductor, jefe o líder del grupo o la manada; posición envidiada y admirada por quienes pueden llegar a ser contrincantes, competidores o por quienes se benefician de dicha situación.

Por un reduccionismo muy simplista son muchos los que estiman que los seres humanos son animales que siempre necesitan de un individuo de su colectivo social para que asuma la postura de dirigente, aunque no podemos negar que detrás de los caudillos políticos, héroes nacionales, mitos artísticos, personajes famosos o maestros espirituales hay ALGO de ese instinto animal. Esta necesidad instintiva adopta miles de variantes y todos los que se acercan al trabajo la llevan consigo, están buscando un maestro para que, como los primates, éste se encargue de protegerlo, orientarlo, guiarlo, alabarlo, etc. En definitiva, para que el maestro haga lo que el que busca debe hacer. 


Patrick Ravignant en su libro "Los maestros espirituales contemporáneos" comenta:

"(...) una asamblea de hombres y mujeres, generalmente de una mediocridad bastante notable, reunidos para ejecutar conjuntamente un cierto número de gestos rituales cuya significación ignoran la mayor parte de las veces".

El trabajo interno no significa buscar maestro sino actuar éticamente, ello no impide que en nuestra búsqueda de explicaciones del sentido de la vida, podamos tener el azar de encontrar a alguien o a una escuela cuya capacidad nos allane muchas penurias e ignorancias. Nuestra enfermedad hace que rotulemos con demasiada facilidad de maestro a divulgadores o predicadores, simplemente, porque sus palabras coinciden con lo que QUEREMOS OIR, o porque nos piden ALEJARNOS, de la sociedad con todos sus vicios (alcohol, tabaco, drogas...) o con todos sus defectos (máquinas durmientes, seres desalmados...) y creemos que esa es la solución: vivir como humanos alejados de la vida misma.

El trabajo sólo es tal si se realiza dentro de nuestra sociedad y enfrentándose a todas las problemáticas que los diferentes grupos originan. Se puede SOÑAR en una sociedad diferente e ideal, pero únicamente podemos trabajar en ésta, LA REAL.

Hoy existen maestros de todos los colores y sistemas. Los hay quienes hablan en una cueva alejada del mundanal ruido o sueltan grandes discursos en el hall de un hotel. Los hay que predican a través del comercio literario, televisión, Internet o sociedades pseudo científicas que extraen la energía del mismísimo seno de Dios, o quienes reciben ayuda de los extraterrestres, de la Virgen en occidente, de Buda en oriente.

Los hay quienes predican por orden de algún dios personal y privado o porque él mismo es la manifestación directa del Cristo vivo. La mayoría de los falsos predicadores y guías abusan de las personas con criterios de búsqueda espiritual y utilizan actitudes paternalistas de quien (diciéndose sabio y santo) da limosna de conocimiento a los "pobres necesitados".

 

 LA ENFERMEDAD DEL YO

 Es la más irrisoria de las enfermedades. El que busca se CREE ALGUIEN ESPECIAL, su fuerte sentimiento del "YO" que intrínsecamente busca, genera un concepto de capacidad y derecho para ser atendido por algún maestro o divinidad, ya que, en definitiva, salvo algunos pequeños defectos, es una buena persona; pacífica, leal, desinteresada, humana, tolerante, compasiva o incluso con signos evidentes de estar despierta.

"El concepto abstracto de una perfección posible toma su fuerza de la Verdad que los hombres le atribuyen: todo ideal es una fe en la posibilidad misma de la perfección. En su protesta involuntaria contra lo malo se rebela siempre una indestructible esperanza de lo mejor; en su agresión al pasado fermenta una sana levadura del porvenir".

Excelente idea de José Ingenieros en su libro "El hombre mediocre", cuya cruda realidad choca con los que pretendiendo trabajar descubren que no hay dentro de ellos todas esas virtudes necesarias para el esfuerzo requerido. Su ideal y la realidad se oponen. El "YO" sigue dominando un tierno estado de sueño... 


LA ENFERMEDAD DELTIEMPO

Al iniciarse el "trabajo" suele aparecer otra extraña enfermedad, la del Tiempo, es decir, aquella que nos hace suponer que en un plazo (normalmente corto) habremos obtenido resultados. Esa prisa crea diferentes imágenes de nosotros mismos para tranquilizar a la "personalidad" pero frente a hechos contundentes nuestras típicas reacciones aparecen, mejor dicho, comunican que nunca se habían ido (miedo, inseguridad, rencor, sufrimiento...).

Nos acercamos a las enseñanzas esotéricas como si se tratasen de mecanismos idénticos a los que se aplican en cualquier aprendizaje técnico. Es lógico pensar que después de varios meses estudiando electrónica sepa más que al principio y que después de varios años puedo ejercer dicha profesión, pero... en las escuelas espirituales siempre se está aprendiendo; que alguien se decida a guiar o enseñar lo que cree que él sabe no indica profesionalidad porque lo espiritual se refiere a la Vida, es decir, al SER y no al SABER.

El trabajo es siempre acción presente, por lo tanto, no existe un instante en que "por los años trabajados" uno queda exento de la obligación de seguir aprendiendo. Que en un determinado instante, durante el trabajo, uno trate de enseñar no es nada más ni menos que un "aspecto" de ese trabajo. Es una labor de comunicación, para ser más precisos, y sin reparos, es una labor de comunión. Así lo indica Paulo Freire en su libro "La educación como práctica de la libertad”:

"(...) y que su trabajo no es la pena que paga por ser humano sino un modo de amar y ayudar al mundo a ser mejor".

 

 LA ENFERMEDAD DEL MAÑANA

Al llegar al umbral del trabajo interno, las enfermedades descritas acentúan nuestra debilidad esencial y el "Centro Magnético" (parte de la personalidad que se ve atraída por influencias que, finalmente, la conducen a buscar una escuela del despertar y el conocimiento esotérico) nos enfrenta con fugaces destellos de comprensión sobre la realidad de nosotros mismos, de nuestra vida presente, y de la difícil perspectiva del futuro. Esta mínima luz puede generar una entrega absoluta a la tarea buscada o, si aún la "falsa personalidad" (el cuadro imaginario que una persona tiene de sí misma, junto con todos los mecanismos psicológicos que son necesarios para proyectar ese cuadro) sigue gobernando el mayor territorio humano, se manifiesta la cuarta enfermedad. La misma no se pierde nunca en el olvido, ya que, quien la padece, sabrá siempre que abandonó. Siempre se justificará, pero en su interior el cartel permanece colgado: " HA TIRADO LA TOALLA..."

La enfermedad del mañana, entonces, se manifiesta cuando vemos lo que hay que hacer pero lo aplazamos, para el lunes, para el próximo mes, el año que viene, es decir, para mañana. El trabajo interno debe realizarse ya, ahora mismo, ya que la muerte está muy cercana. No puede esperar, pero el sujeto dormido, como las sirenas míticas de la Grecia clásica, siempre se dice: mañana, mañana, mañana...

Mañana tras mañana, el humano dormido y enfermo entona su canción de cuna soñando con maestros iluminados que en vuelos etéricos le eligen, a él, como un ser especial que debe ser rescatado del "caldo vil" al cual no pertenece por ser un "vislumbrador de la Verdad", mientras tanto  ¡ NO TRABAJA !

Como el ser humano tiene una tendencia natural al egoísmo, la primera exigencia para quien se tenga a sí mismo como un buscador, es la de una realización personal constante y sin demora. Es necesario establecer con claridad que ningún individuo puede llevar a buen término o soportar el progreso sin compartir el peso con los otros. Por ello es que se insiste en algunas formulaciones doctrinarias sobre los servicios o esfuerzos en común. Por eso trabajar para la comunidad significa trabajar para uno mismo.

El esfuerzo sistemático por desvelar el eterno enigma que hostiga sin cesar la insaciable curiosidad del ser humano, requiere disciplina. Del esfuerzo consciente y voluntariamente asumido y de la superación de estas enfermedades dependerá el curso ulterior de nuestra existencia, la felicidad o la desdicha.